El día veintiuno de Octubre de este año dos mil diecisiete, tuvo lugar en la iglesia de Santa Cruz, la misa extraordinaria para los hermanos difuntos de nuestra Hermandad, ante la imagen de nuestro Santo Paso. Una vez terminada la homilía, en la misma iglesia, se dio paso a un pequeño, sencillo y emotivo acto, en el cual la Hermandad entrego un pin realizado en plata de ley de una réplica de la medalla de la hermandad en miniatura a los hermanos que han sido Mayordomos, los cuales arropados por los hermanos, familiares y amigos fueron recogiendo uno a uno, de la mano de la junta directiva.
Un bonito detalle de la Hermandad, la cual considero oportuno, por el honor y responsabilidad que conlleva ser Mayordomo de la misma. Un acto sencillo pero profundo, con un hermético significado, haciendo que el regreso de ese tiempo atrás en que fueron nombrados Mayordomos volviera a la memoria, junto con anhelos y nostalgias de aquellos que por desgracia en estos momentos tan especiales y significativos como ese día ya no están.
Cada uno de los Mayordomos fue recogiendo ese detalle como si fuera el más valioso de los deseos, un momento que seguro se alojara en lo más recóndito de su corazón, y ese día sin duda formara un capítulo más en el libro de la vida de cada uno de ellos.
EL LIBRO DE LA VIDA.
Hoy abrí el libro de mi vida. De entre sus páginas ajadas por el tiempo, encontré el capítulo en que fui nombrado Mayordomo de mi Hermandad. Un episodio que contiene todo un cumulo de emociones, ilusiones, recuerdos y hasta sueños, que son necesarios en algún momento, donde a veces sin querer, se compromete al sentimiento., junto a una serie de razones más que me hicieron aceptar de buen grado el cargo.
Al leer estas páginas, fue inevitable que la nostalgia viajara al tiempo presente, de la mente al corazón, razón que me llevo a escribir estas letras bajo un manto de lágrimas. El día del Viernes Santo, en la procesión, por más que ante mis ojos las estrellas se apagasen entre vanas siluetas, esa ilusión relució con luz propia en un trayecto de cera que no hice solo por la devoción a la imagen del Cristo Yacente, lo realice también por mí, por mi familia, por los que estaban y por aquellos que tuvieron que viajar a un destino solo de ida. Cada latido y cada suspiro de mi corazón fue por ellos. La melancolía se apodera de mí, al rememorar las palabras de Jesús: ¡esta cumplido ¡ esa noche de Viernes Santo, que sentí el palpitar de mi corazón, haciéndome sentir más vivo en mi interior. Aun percibo el aroma de esa fresca primavera envuelta con el olor a cera caliente que desprendían los faroles, una fragancia que me envolvió en un hermoso sueño, el cual tejí con mi pluma, como un poeta incansable que rima amargamente cada verso en sus póstumas palabras. Un puñado de fotos, junto con unas cuartillas esparcidas que contenían parejos textos e interminables versos que me regalo ese año, que es el periodo que dura el cargo.
Mis sueños, mis recuerdos, junto a mis ansias, acarician las páginas que hoy estoy leyendo, que hace que despierte esa nostalgia que estaba acomodada en el nido de un silencio muy profundo, la memoria hace que por mis ojos pase la visión de muchos instantes que tenía tiernamente guardados, que parecían dormir en el rumor de muchas palabras.
Quiero animaros a todos los Mayordomos a que abráis el libro de vuestra vida por el capítulo donde fuisteis nombrados Mayordomos y adentraros en él, en cada página, en cada renglón, en la simetría de cada palabra, que la mente os someterá a la pregunta que se sumara a la noche de vuestros desvelos:
¿Cuánto tiempo ha pasado de ese momento en que me sentí orgulloso en este infinito cielo que es la Semana Santa?
L.FERNANDO DE SANTIAGO BADÁS.